Por qué dormimos

En un mundo en el que todo parece enfocado a obtener beneficios de algún tipo, dormir puede resultar una actividad inútil que nos ocupa entre seis y ocho. Pero la realidad es que, nos dé beneficios o no, dormir es absolutamente imprescindible para vivir. Todos los animales duermen (al menos aquellos que poseen cerebro) ya sea por temporadas largas o por tandas de varios minutos.

Dormir para olvidar, dormir para recordar.

Antes de la llegada de la luz eléctrica, se cree que los humanos dormíamos unas tres horas más. A pesar de que nuestros hábitos de sueño han cambiado con la llegada de las bombillas y el prime time, sigue siendo imprescindible dormir. Lo primero que sucede cuando nos quedamos dormidos es que la postura se vuelve relajada. Aunque no estamos del todo inmóviles, es cierto que los movimientos se reducen en buena medida, aunque a veces nos guste luchar por unos centímetros de manta. Pero, aunque nuestros músculos paren, el cerebro no lo hace.

El cerebro nunca duerme, sino que se dedica a reordenar los datos del día para desechar aquellos que parecen irrelevantes y mantener los que sí que pueden ser reutilizados en algún momento. Lo que tampoco nos libra de algún que otro despiste. El cerebro, al poder dedicar tiempo a reordenar los recuerdos, también crea sueños que pueden parecerse a una predicción. ¿Y por qué? Porque analiza una situación presente teniendo en cuenta experiencias pasadas. Por eso algunos sueños pueden parecer premonitorios.

Dormir para estar sano

Es un hecho que el rendimiento intelectual y los reflejos bajan cuando hay falta de sueño o cuando éste no ha sido reparador. También cuando hay desajustes grandes entre los periodos de sueño y de vigilia. La privación de sueño produce problemas tales como dolor muscular, pérdidas de memoria, depresión, dolor de cabeza, aumento de la presión arterial, temblores, y por supuesto, un llamativo mal humor que es la consecuencia más evidente de lo que se conoce como “una noche toledana”.

Dormir también ayuda a mantener a raya algunas enfermedades como la hipertensión, la obesidad, o la diabetes. Una mala noche de sueño nos hace refugiarnos en el consumo de todos esos alimentos conocidos como “carbohidratos de absorción rápida”: la bollería, los dulces, los refrescos, los lácteos… todo aquello que nos dicen que deberíamos comer sólo de vez en cuando. Además, un sueño reparador ayuda a mantener el equilibro de células tales como los glóbulos blancos, encargados de la defensa del organismo frente a agentes infecciosos.

Por todo esto es importante que durmamos lo mejor posible. Y, aunque hay factores que no podemos controlar, sí que podemos hacer cosas sencillas como apagar el móvil durante la noche, no tener televisión en el dormitorio y mantener una iluminación cuanto más baja mejor, ya que es importante mantener la habitación a oscuras. Además, si evitamos beber alcohol poco antes de irnos a dormir o hacemos un poco de deporte todos los días, todo estará de nuestra parte para un descanso plácido y de calidad. Puede que los beneficios de dormir no sean económicos, pero, para nuestra calidad de vida, son palpables y reales.