Siesta, necesario punto y aparte

Descanso a medio dia. Tiene un efecto reparador, pues disminuye el estrés y previene el proceso de envejecimiento.

La siesta es una costumbre antigua de la época romana, que designaba la ‘hora sexta’, una expresión utilizada para referirse al tiempo dedicado al descanso, tras cinco horas de intenso trabajo, que solía coincidir entre las dos y las cuatro de la tarde.

Tumbarse después de comer para echar una cabezada es una costumbre convertida en tradición en los países mediterráneos que ha demostrado ser una actividad beneficiosa tanto para la salud física como mental del individuo. De hecho, diversos estudios han constatado que esta práctica reduce el riesgo de padecer infartos de miocardio y aseguran que su efecto reparador disminuye el estrés y previene el proceso de envejecimiento. Por ello, esta costumbre ha traspasado fronteras y se ha institucionalizado a nivel mundial como una terapia para cuerpo y mente.

Después de una comida abundante, especialmente en los calurosos días de verano, comienza la fase de digestión en la que el cuerpo redirige el flujo sanguíneo hacia el aparato digestivo. Al llegar menos sangre al cerebro, el organismo se amodorra y se siente una necesidad de descansar.La práctica de la siesta deja en reposo el corazón y reduce las catecolaminas, unas sustancias que el cerebro manda a la sangre. De esta forma, al dormir, disminuye la actividad cerebral, desciende la segregación de estas sustancias y se ralentizan tanto el ritmo cardiaco como la presión arterial.

Media hora, suficiente. Echar la siesta no significa tumbarse en la cama, ya que un sueño de unos 20 minutos recostado en un sofá puede ser suficiente para despejar la mente y relajarse. No es recomendable que se prolongue más allá de media hora ni que se alcancen etapas de sueño profundo, porque se podría alterar de forma negativa el estado de ánimo y hacer que la persona sienta una sensación de aturdimiento al despertar. También podría modificar el ritmo del organismo, dificultando el conciliar el sueño por la noche, un fenómeno que se da especialmente en personas mayores.

El momento ideal para tumbarse es entre las dos y las tres de la tarde, porque el cuerpo se mantiene sincronizado con su ritmo natural. Está demostrado que un pequeño descanso hacia la mitad del día, la siesta, mejora el rendimiento intelectual durante la tarde, permitiendo que los neurotransmisores cerebrales se repongan del desgaste cotidiano y que las neuronas vuelvan a estar activas.

Además, la siesta cobra importancia en la sociedad actual, puesto que está demostrado que ahora se duerme menos que antes por los rimos tan acelerados que imprime el día a día. Por ello, son tan convenientes unos minutos de descanso hacia la mitad de la jornada laboral.

Una buena costumbre

· Promoción internacional. Son muchas las grandes empresas de Estados Unidos, Suiza o Japón que han importado la idea de la siesta, creando salas de descanso para sus trabajadores.

· Preparativos para la siesta. Es importante contar con un buen ambiente de descanso. Mantener la habitación oscura y fresca y apagar el teléfono móvil pueden contribuir a conciliar el sueño. En ocasiones, es recomendable dejar otros sonidos ambientales, como el que emite la televisión porque pueden ayudar a relajarse y a dormir. Es aconsejable, por otra parte, recostarse en el sofá en vez de tumbarse en la cama para evitar alcanzar las fases de sueño profundo y que la siesta no repercuta en el estado de ánimo negativamente.

· Sólo si se quiere. Si después de comer no apetece dormir, no conviene forzar al cuerpo. Hay personas que necesitan muchas menos horas de sueño que otras y, de igual manera, hay quien manifiesta una mayor tendencia natural a echar un sueñecito después de la comida. Hay que atender a lo que necesite el organismo.