¿Dormir a la japonesa?

Con la elitización de los centros de las grandes ciudades, cada vez nos vamos acostumbrando a espacios más pequeños y que necesitan una gran optimización para poder vivir cómodamente. En lo que respecta a vivir en casas diminutas, los japoneses saben más que nadie, siendo habituales apartamentos de 9 metros cuadrados, y llevan cientos de años acomodándose al espacio del que disponen. El uso del tatami (esterilla) y futón se está extendiendo también en nuestro país, especialmente entre los más jóvenes, pero ¿es lo más aconsejable?

Estudios, cajas de cerillas y casas de muñecas

Como comentábamos, no es raro ver en los centros de las grandes ciudades ofertas de alquiler de “soluciones habitacionales” de las que nuestras abuelas se habrían espantado. Estudios de 20 metros cuadrados se alquilan por lo que uno esperaría de una casa con dos dormitorios, y estas viviendas, que los jóvenes casi no pueden permitirse, apenas cuentan con el espacio suficiente para poder contener sus pertenencias.

Por ello, se está poniendo de moda el uso del futón, la típica cama japonesa que se acerca más a un saco de dormir que a lo que nosotros entendemos como cama. Los futones son superficies de unos 5-7cm de grosor, rellenas tradicionalmente de algodón natural y paja. El futón se coloca sobre el tatami, una esterilla de paja de arrozal entrelazada que puede cubrir todo el suelo de la habitación o ser utilizada en pequeños paneles que sobresalen un poco de la superficie del futón y se pueden recoger tras las horas de sueño. Concretamente, el futón debe ser aireado durante el día, ya que el algodón absorbe la humedad de nuestra transpiración durante la noche.

No todo son ventajas

Debido a nuestro ritmo de vida y nuestras costumbres, contar con un futón puede no ser la mejor idea para nuestra casa. Por un lado, no estamos acostumbrados a tener que “mover el colchón” a diario. Además, los armarios en los que se guardan los futones son especiales para este propósito, cosa con la que no contamos nosotros y que ciertamente no es viable si el motivo para elegir este sistema es el espacio.

Los futones más económicos no están rellenos del tradicional algodón, sino que utilizan fibras sintéticas que permiten aún menor transpiración que éste. Las fibras naturales, más apropiadas en lo que a higiene respecta, suben mucho el precio del futón. Con el uso, las fibras del futón pierden su esponjosidad habitual y se vuelven más planos y duros. Unido con el hecho de que estamos durmiendo sobre el suelo, esto puede provocar problemas de espalda, o agravarlos si ya existían. Hay opciones que cuentan con látex para aliviar este efecto, pero, de nuevo, esto incrementará la factura a la hora de llevarnos el futón a casa.

Además de adquirir un sistema que no tiene por qué ser necesariamente barato, luego requiere unos cuidados a los que no estamos acostumbrados con las camas tradicionales. Airear el futón a diario y luego recogerlo y almacenarlo apropiadamente no son las únicas cosas de las que hay que tener cuidado. El tatami también requiere unos cuidados especiales. Algo tan simple para los japoneses como no caminar con zapatos sobre la esterilla (ya que tienen por costumbre quitárselos al entrar en casa), nos puede llevar a desgastar la superficie de la misma más rápido de lo normal. No debe entrar en contacto con sustancias grasas como aceites o cremas hidratantes, que de vez en cuando se nos pueden derramar mientras los usamos, y debe ser limpiado con una solución de agua y vinagre en la proporción correcta, ser aireado de forma habitual…

En espacios reducidos, existen otras opciones que nos permiten usar colchones tradicionales sin tener que renunciar a unos cuantos metros cuadrados. Las camas elevables son una solución muy moderna que mantiene nuestro colchón fuera del espacio hasta que lo necesitamos. De igual manera, las camas abatibles, también conocidas como canapés, nos permiten maximizar el espacio que ocupa el colchón utilizándolo también para almacenaje. Para las camas individuales, se pueden emplear las tradicionales camas nido o canguros, u optar por la versión más moderna, las literas plegables. De este modo contamos con camas para dos ocupando (de forma habitual o permanente) el espacio de una.

Y si no nos interesan los elementos anteriores porque lo que queremos no es aprovechar mejor el espacio, sino dar ese aire asiático en nuestro dormitorio, siempre podemos utilizar un somier bajo. Con Pikolin, podemos elegir la altura de que deseemos para nuestro somier de láminas, consiguiendo ese ambiente que estamos buscando. Combinado con un biombo de papel de arroz, tendremos una habitación como salida de un ryokan de Kyoto. Dicho esto, ahora sólo queda elegir el mejor colchón Pikolin para la opción que más os guste.