¿Es necesario echarse la siesta?

Actualmente, debido al ritmo de vida acelerado de nuestra sociedad, es complicando conseguir un descanso adecuado.

La siesta es una costumbre mediterránea que proviene de la época de los romanos. Se conocía como la “hora sexta”, ya que era el tiempo dedicado al descanso tras cinco horas dedicadas al trabajo y que coincidía entre las 2 y las 4 de la tarde.

Esta práctica convertida en tradición en los países mediterráneos se ha demostrado que es muy beneficiosa a nivel físico y mental.

Beneficios de echarse la siesta

Siempre se ha debatido sobre si la siesta era buena o mala para nuestra salud. Según un artículo de la Fundación Española del Corazón, la siesta tiene grandes beneficios para la salud. Es una actividad que puede ayudarnos a recuperar sueño perdido y tener un ritmo de vida más sano gracias a sus beneficios tanto físicos como mentales. También es probable que personas que la duermen digan que no les sienta del todo bien, pero hay que saber cuánto debe durar y dónde debemos dormirla.

A continuación, te mostramos los diversos beneficios que tiene echarse la siesta:

  • La siesta previene cardiopatías, disminuyendo el estrés y el riesgo de tener enfermedades cardiovasculares.
  • Disminuye la tensión arterial.
  • Facilita el aprendizaje y aumenta la concentración.
  • También estimula la creatividad.
  • Ayuda a nuestro cerebro a resolver problemas.
  • Mejora los reflejos y se cometen un 34% menos de errores en el trabajo.
  • Fomenta la positividad y mejora el estado de ánimo de quienes duermen la siesta.

Para descansar en ese ratito, ya sea en la cama o en el sofá, puedes usar una de nuestras almohadas, que te acompañarán en tu descanso.

¿Cuánto tiempo se recomienda echar la siesta?

Echarse la siesta no significa dormir durante horas, veinte o treinta minutos son suficientes para lograr despejar la mente y descansar. Para que esto se consiga es recomendable preparar el lugar donde vas a descansar, mantenerlo fresco y oscuro, apagando los dispositivos móviles.

No es recomendable alargar durante mucho tiempo el dedicado a la siesta ya que esto puede influir negativamente en nuestro descanso nocturno sobre todo en personas mayores. Alcanzar las etapas de sueño profundo durante este periodo de sueño hará que nos levantemos con peor ánimo y tengamos una sensación de aturdimiento.

El descanso a media jornada ha demostrado que mejora el rendimiento intelectual por la tarde permitiendo que los neurotransmisores se repongan del desgaste cotidiano y que las neuronas vuelvan a estar activas.

Después de una comida abundante, especialmente en los calurosos días de verano, comienza la fase de digestión en la que el cuerpo redirige el flujo sanguíneo hacia el aparato digestivo. Al llegar menos sangre al cerebro, el organismo se amodorra y se siente una necesidad de descansar. La práctica de la siesta deja en reposo el corazón y reduce las catecolaminas, unas sustancias que el cerebro manda a la sangre. De esta forma, al dormir, disminuye la actividad cerebral, desciende la segregación de estas sustancias y se ralentizan tanto el ritmo cardiaco como la presión arterial.

Echar la siesta no significa tumbarse en la cama, ya que un sueño de unos 20 minutos recostado en un sofá puede ser suficiente para despejar la mente y relajarse. No es recomendable que se prolongue más allá de media hora ni que se alcancen etapas de sueño profundo, porque se podría alterar de forma negativa el estado de ánimo y hacer que la persona sienta una sensación de aturdimiento al despertar. También podría modificar el ritmo del organismo, dificultando el conciliar el sueño por la noche, un fenómeno que se da especialmente en personas mayores.

El momento ideal para tumbarse es entre las dos y las tres de la tarde, porque el cuerpo se mantiene sincronizado con su ritmo natural. Está demostrado que un pequeño descanso hacia la mitad del día, la siesta, mejora el rendimiento intelectual durante la tarde, permitiendo que los neurotransmisores cerebrales se repongan del desgaste cotidiano y que las neuronas vuelvan a estar activas.

Además, la siesta cobra importancia en la sociedad actual, puesto que está demostrado que ahora se duerme menos que antes por los ritmos tan acelerados que imprime el día a día. Por ello, son tan convenientes unos minutos de descanso hacia la mitad de la jornada laboral.

Una buena costumbre

· Promoción internacional :Son muchas las grandes empresas de Estados Unidos, Suiza o Japón que han importado la idea de la siesta, creando salas de descanso para sus trabajadores.

· Preparativos para la siesta. Es importante contar con un buen ambiente de descanso. Mantener la habitación oscura y fresca y apagar el teléfono móvil pueden contribuir a conciliar el sueño. En ocasiones, es recomendable dejar otros sonidos ambientales, como el que emite la televisión porque pueden ayudar a relajarse y a dormir. Es aconsejable, por otra parte, recostarse en el sofá en vez de tumbarse en la cama para evitar alcanzar las fases de sueño profundo y que la siesta no repercuta en el estado de ánimo negativamente.

· Sólo si se quiere. Si después de comer no apetece dormir, no conviene forzar al cuerpo. Hay personas que necesitan muchas menos horas de sueño que otras y, de igual manera, hay quien manifiesta una mayor tendencia natural a echar un sueñecito después de la comida. Hay que atender a lo que necesite el organismo.

Mitos sobre la siesta

El mito más extendido sobre la siesta es ese que dice que todos los españoles pasamos la vida durmiendo al medio día. Nada más lejos: casi el 60% de los habitantes de nuestro país nunca la duermen. Es más, en muchos países están convencido de que por culpa de la siesta trabajamos poco, y la realidad es que, según datos de la OCDE, trabajamos una media de 1.691 horas al año, mientras que los alemanes, por ejemplo, se quedan en 1.371. ¿No nos merecemos una siesta de vez en cuando?

Además, contrariamente a lo que piensa por ahí, la siesta no es cosecha de los españoles. Realmente, fue en Italia donde comenzó esta venerada costumbre mediterránea. Y, todos tranquilos, que la siesta tampoco engorda. «La siesta es demasiado corta para interferir en procesos metabólicos, por lo que, a pesar de las leyendas, ni engorda ni adelgaza”, explican en este artículo del Instituto del sueño.

¿Quieres disfrutar todavía más de una buena cabezada?

  • Duerme la siesta con una ventana abierta, o al aire libre si te lo puedes permitir.
  • Bloquea por completo la luz: si hace falta ponte un antifaz para estar a oscuras.
  • Olvida el café posterior. «Si dormimos unos minutos por la tarde, se convierte en una sustancia innecesaria”, explican estas mismas fuentes.

Echarse la siesta en el trabajo, ¿qué ventajas tiene?

Aunque la siesta es un concepto ligado con las sociedades mediterráneas, cada vez son más las empresas que se están percatando de los beneficios asociados a esta práctica y ofrecen a sus trabajadores lugares acondicionados en la empresa para poder dormir durante breves periodos. Aquellas que han incorporado este tipo de acciones han comprobado como la productividad de sus trabajadores aumentaba tras el disfrute de estos pequeños periodos de descanso.

Entre las diferentes modalidades que han adoptado las empresas para facilitar este servicio, existen dos que sobresalen por encima del resto:

La siesta en el trabajo

Algunas empresas facilitan el descanso en la misma empresa, acondicionando un lugar dentro de las instalaciones para que los trabajadores puedan descansar por un breve periodo de tiempo.

La siesta fuera del trabajo

Las empresas japonesas han creado lugares ajenos a la empresa donde hay cápsulas individuales o colectivas donde los trabajadores pueden disfrutar de 40 minutos de sueño.

Según datos de un estudio sobre salud y descanso de la población española, realizado por la Asociación Española de la Cama (ASOCAMA) y la Fundación de Educación para la Salud (FUNDADEPS), muestra que casi el 60% de los encuestados dice no echarse la siesta nunca. Los que tienen esta costumbre lo hacen generalmente en el sofá, aunque un 28% se echa la siesta en la cama. El tiempo medio de siesta dura más o menos 1 hora y esta costumbre es más habitual a partir de los 35 años y más en hombres que en mujeres.