Silencio, se duerme

Exposición al ruido. Las investigaciones realizadas demuestran que tiene un impacto perjudicial sobre la salud y la calidad de vida.

El ambiente de descanso es uno de los factores que definen la duración y la estructura del sueño. Los factores extrínsecos como la temperatura, la luz, la humedad o el ruido pueden ayudar a la persona a obtener un buen descanso o, por el contrario, pueden imposibilitarle que se quede dormida o provocarle despertares nocturnos que rompen los ciclos habituales de sueño.

El ruido ambiental es seguramente uno de los factores más importantes de interrupción del sueño, por su alta incidencia en las ciudades, tal y como se señala desde los estudios especializados del sector. Los ruidos que más han sido citados en las investigaciones hacen referencia al ruido de tráfico, el proveniente de los vecinos y el de los aviones.

La exposición al ruido ambiental en las ciudades, así como las quejas de sus habitantes, van en aumento y crecen en consonancia con el tamaño de las ciudades, ya que las fuentes de contaminación acústica van en expansión, sin que las medidas legales y administrativas puedan llegar a tantos afectados. Según los mismos estudios, esta exposición es inversamente proporcional a las entradas económicas de la familia; es decir, cuanto menor es la renta más probabilidad hay de que las personas sufran la exposición a la contaminación acústica.

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Los efectos del ruido.

En los últimos treinta años, son muchos los estudios desarrollados con el objetivo de evaluar el efecto del ruido sobre el sueño y sobre la salud en general. El ruido tiene importantes repercusiones tanto en la arquitectura y microestructura del sueño y, más a largo plazo, sobre la salud y la calidad de vida.

Los efectos primarios, las respuestas que ocurren simultánea o inmediatamente después de que se produzca el ruido, son el aumento de la actividad cerebral, de los movimientos del cuerpo y de las respuestas autónomas. Estos efectos comportan numerosos despertares y cambios a fases de sueño más superficiales, además de una percepción subjetiva de mala calidad del descanso.

Los parámetros de sueño provenientes de polisomnografía como la latencia de sueño (el tiempo que tarda la persona en quedarse dormida), los porcentajes de sueño profundo (sueño REM, fases 3 y 4 del sueño NOREM), la frecuencia de los despertares y el tiempo de vigilia durante la noche empeoran al aumentar los decibelios. En general, se puede decir que la capacidad de alcanzar las fases más profundas del sueño es la que resulta más perjudicada por la exposición al ruido.

Este tipo de respuestas pueden ser provocadas incluso por niveles de ruido muy bajos. Es posible que las personas tengan la sensación de haberse acostumbrado al ruido, pero el cuerpo nunca deja de reaccionar a estos estímulos. Las consecuencias de la exposición al ruido durante el sueño dependen de muchos factores, fundamentalmente, del tipo de ruido y de las características de cada persona.

En las investigaciones realizadas se muestra cómo estos efectos tienen un impacto perjudicial sobre la salud y la calidad de vida. Dado que la mayoría de los ruidos provienen de fuera de los hogares, se suele señalar como prioridad la mejora de los sistemas de aislamiento y de insonorización de los edificios e inmuebles.